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Desde sus hogares en medio del desierto de Arizona, los vecinos de Phoenix intentan convivir con un calor abrasador.
En verano, los 4,7 millones de habitantes del área metropolitana de la capital de Arizona tienen que enfrentarse a diario a temperaturas que superan los 37° C. Solo el 12 % de la superficie de la ciudad está cubierta por árboles, lo que deja gran parte de la misma expuesta al sol calcinante del desierto. Donde no hay árboles, el polvo suelto puede pasar al aire, creando problemas de calidad del mismo.
Estos problemas han ido empeorando en las últimas décadas. Los registros de hace tiempo muestran que las temperaturas nocturnas de la ciudad son ahora unos 5,5 °C más altas que las de hace 50 años. Esto se debe principalmente al crecimiento urbano, ya que algunos materiales como el hormigón aumentan la cantidad de calor que mantiene la ciudad tras la puesta de sol. Durante el mismo periodo, las temperaturas diurnas también han aumentado en poco más de un grado centígrado, principalmente como resultado del calentamiento global que estamos viviendo. Esta tendencia va a continuar y las proyecciones son alarmantes. En el periodo comprendido entre 1951 y 2000, Phoenix tuvo una media de 44 días al año con temperaturas superiores a los 40 °C; para el año 2040, es posible que la ciudad se enfrente a más de 100 días anuales con estas temperaturas.
Cuando Maggie Messerschmidt comenzó a pensar en proyectos ambientales que pudieran ayudar a la ciudad, las preocupaciones relacionadas con el calor fueron uno de los temas recurrentes que le plantearon los vecinos. Messerschmidt trabaja para la organización ambiental The Nature Conservancy en Arizona, una entidad que se ocupa de distintos problemas ambientales, incluidos los que afectan a los habitantes de las grandes ciudades.
El barrio de Edison-Eastlake en Phoenix tiene una tasa de mortandad y enfermedad relacionada con el calor que es 20 veces superior al promedio del condado en que se encuentra.
Para poner en marcha un proyecto relacionado con los efectos del calor en Phoenix y sus alrededores, Messerschmidt y sus colegas de la organización The Nature Conservancy se dedicaron, en primer lugar, a reunir un equipo principal formado por miembros de distintas entidades. El equipo estaba integrado, entre otros, por representantes del Departamento de Salud Pública del Condado de Maricopa, de la Universidad Estatal de Arizona (ASU) y de la Alianza para la Conservación de Arizona Central. Una vez formado el equipo, sus miembros comenzaron a identificar los vecindarios que mostraban temperaturas relativamente más altas, así como algunos de los que tenían tasas significativamente más altas de enfermedad y mortandad relacionada con el calor. De entre ocho vecindarios, seleccionaron tres en los que centrar sus esfuerzos: Mesa “Care”, Lindo/Roesley Park en South Phoenix, y Edison-Eastlake.
Como parte del proyecto Nature’s Cooling Systems, el equipo organizó en los tres vecindarios talleres donde los residentes pudieron expresar sus preocupaciones en relación al calor y esbozar posibles soluciones. Aunque algunas de las sugerencias, como que hubiera más sombra en las paradas de autobús, fueron bastante sencillas, estos debates también pusieron de manifiesto que los residentes tenían un entusiasmo creciente por conocer mejor los efectos del calor.
A medida que los residentes que participaban en las discusiones comenzaron a saber más sobre los efectos del calor, estos se dieron cuenta de la importancia de este conocimiento, y propusieron poner en marcha un programa de certificación de primeros auxilios que los residentes pudieran seguir para convertirse en una “respuesta al calor certificada”. Edison-Eastlake tiene un índice de mortandad y enfermedad relacionada con el calor 20 veces superior a la media del condado, por lo que los programas educativos y de formación en primeros auxilios podrían desempeñar un papel importante para ayudar a los vecinos a enfrentarse de una forma más eficaz a los peligros y los costes asociados al calor.
Otras soluciones propuestas fueron:
- Puestos de bebidas a intervalos de aproximadamente 1,5 km.
- Estructuras de sombra que se puedan mover para proteger del sol a los usuarios del transporte público en diferentes momentos del día y del año.
- Árboles u otra vegetación que pueda sumarse a las paradas de autobús y parques para refrescar el ambiente.
- Más vegetación dentro de los solares vacíos, para reducir el polvo suelto que crea problemas de calidad del aire.
- Un sistema ampliado de alertas de calor que avise a la población cuando no se pueda estar al aire libre en condiciones de seguridad.
Es importante destacar que, según subraya Messerschmidt, las conversaciones con los expertos de The Nature Conservancy, ASU y otras organizaciones han ayudado a los residentes a comprender mejor los riesgos relacionados con el calor y el potencial aumento de esos riesgos en el futuro.
El proyecto Nature’s Cooling Systems ha conseguido la participación de los miembros de la comunidad. Al final de la fase de consulta, los residentes de los tres vecindarios expresaron su interés en recibir formación para convertirse en promotores de la iniciativa, y así poder mejorar la comunicación y la colaboración con los funcionarios municipales y lograr sus objetivos en temas de calor. En el verano de 2019, se publicó una Guía de planificación de medidas contra el calor que incluía un informe detallado de los aspectos destacados en cada uno de los barrios. Aunque todavía es necesario obtener financiación para hacer realidad la mayor parte de estas recomendaciones, ya se ha conseguido la financiación inicial de un programa que apoye y movilice a los líderes de cada vecindario para abordar los temas relacionados con el calor.
David Hondula, un investigador de la ASU que ha participado en el proyecto, señala otras formas en que los líderes del proyecto están impulsando el cambio. Por ejemplo, se han puesto en contacto con la asociación de planificación de transporte regional, que está desarrollando un nuevo plan de transporte activo para la región. Han discutido formas de incorporar al nuevo plan medidas específicas para abordar los problemas relacionados con el calor, incluida una actualización de los criterios de evaluación en los concursos relacionados con el transporte y las infraestructuras. En base a este planteamiento, la ciudad dará mayor prioridad a las propuestas que aborden de forma activa los temas de transporte relacionados con el calor. “Aunque no se trate de generar nuevos ingresos, estos criterios en las pautas de evaluación de los proyectos van a afectar a los inversores a la hora de planificar sus gastos”, explica Hondula. “Es importante plantearse las inversiones de esta manera”.
Hondula también forma parte de una iniciativa más amplia a nivel municipal que tiene como objetivo abordar los problemas relacionados con el calor. Las autoridades municipales han puesto ya en funcionamiento decenas de programas para hacer frente a este problema; sin embargo, de acuerdo con Hondula, estos programas adolecen de una cierta descoordinación. En un intento de mejorar la eficiencia de estos proyectos y la manera de enfrentarse a los problemas relacionados con el calor, la ciudad —en colaboración con Hondula y con otras partes interesadas— ha puesto en marcha recientemente un programa llamado HeatReady. El programa pretende mejorar la coordinación entre los departamentos de la ciudad y centrar los esfuerzos de mitigación del calor allí donde más se necesiten.
Una forma eficaz de reducir las temperaturas es incrementar el número de árboles que dan sombra. Por esta razón, la ciudad tiene la intención de aumentar la cobertura arbórea desde el 12 % actual hasta aproximadamente el 25 %. Sin embargo, el cuidado de los árboles está a cargo de distintos departamentos de la ciudad. HeatReady ayudará a que los diferentes departamentos responsables puedan coordinar la plantación, el riego y el mantenimiento a largo plazo de la cubierta arbórea.
“Según las investigaciones de la ASU, se ha demostrado que, si la ciudad logra esa meta del 25 % (o, al menos, en los vecindarios donde se logre), se produciría una reducción significativa de la temperatura del aire y, lo que es más importante, de lo que podríamos llamar temperaturas radiantes, más cercanas a lo que se conoce como ‘sensación real’ de la temperatura”, afirma Hondula. “La ciudad está implementando también un planteamiento más agresivo en lo que se refiere a los materiales y el diseño de los edificios, así como a los que se utilizan en aparcamientos y tejados”.
Aunque estos proyectos se encuentran todavía en su etapa inicial, en la actualidad existe una mayor comprensión del impacto del calor y de la necesidad de actuar a nivel comunitario y también gubernamental. Es un paso adelante para mejorar la resiliencia frente al cambio climático.
Los mismos líderes del proyecto creen ahora tener una mejor comprensión de la situación de cara al futuro. Messerschmidt afirma que le ha sido de gran utilidad poder comparar las temperaturas de Phoenix de los últimos 50 años con las de los próximos 50. No solo eso, sino que, a pesar de que la subida de las temperaturas es progresiva, existe un umbral en torno a los 40 °C en el que las personas puedan sufrir trastornos graves, lo que subraya la importancia de tomar medidas agresivas tan pronto como sea posible.
Imagen del banner: Un arbolista profesional muestra a los voluntarios cuál es la mejor forma de plantar árboles al inicio de una jornada comunitaria de mejora de la vegetación en las márgenes del Río Salado en Phoenix, Arizona. | Imagen: David Hondula.